Kant (1724-1804) reflexiona sobre la ciudadanía en una doble vertiente: nacional e internacional. El objetivo que persigue es diseñar un orden cosmopolita capaz de establecer la paz perpetua. Para lograr la paz, este filósofo considera que los ciudadanos deben lealtad política a las leyes del propio estado, mientras que en el plano internacional debe regir el pacto y la no-intervención en las cuestiones internas de los otros estados.
Kant hace depender la sociedad de un tipo de legislación denominada "constitución", una de las bases conceptuales fundamentales sobre las que opera el autor. Así, en "La paz perpetua", afirma Kant: "la Constitución fundada: primero, sobre el principio de la libertad de los componentes de la asociación (como hombres); segundo, la dependencia de todos (como súbditos) de una única legislación común; tercero, sobre ley de igualdad (como ciudadanos); la única Constitución que nazca del concepto de un contrato originario, en el cual debe fundarse toda la legislación jurídica de un pueblo, es la republicana".
Este pensador parte de la hipótesis de que un conjunto de personas o ciudadanos se unen para formar una sociedad, concepto que denomina "pacto social". Entre ellos se establece un contrato que conduce a la constitución civil, o lo que es lo mismo, al "pacto de unión civil". Kant establece tres fundamentos ideales para este tipo de constitución: hombres libres, dependencia de súbditos e igualdad entre ciudadanos.
El problema es que Kant hace una distinción entre ciudadanos activos y pasivos. Ciudadano activo es el hombre independiente, el que es dueño de sí y no debe a otro la conservación de su existencia. La independencia civil la vincula Kant a cualidades naturales, como la mayoría de edad y pertenecer al sexo masculino, y a cualidades adquiridas, como ser propietario: poseer como medio de existencia alguna propiedad (tierra o algún arte, oficio, ciencia, etc.) Ciudadanos activos son, pues, los propietarios, los profesionales liberales y los funcionarios del estado. Sólo ellos tienen derecho a voto.
Ciudadanos pasivos serán, además de las mujeres y los niños, los asalariados, esto es, las personas económicamente dependientes de otros. Estas personas, que forman la mayoría de la sociedad, en tanto no poseen personalidad civil están sometidas a la voluntad de otro, carecen de libertad de juicio y de capacidad de decisión y, por ello, tienen que ser representados por otros en la función de participar en la legislación mediante el voto.
Debe señalarse, con todo que, según Kant, el derecho de la igualdad jurídica comprende el derecho a la igualdad de oportunidades y, en consecuencia, el derecho de todos a acceder a la propiedad para ascender así del estado de ciudadano pasivo al de ciudadano activo. Sin embargo, esta vía de promoción abierta a los asalariados no puede ser recorrida por las mujeres. Este punto del pensamiento kantiano ha sido reiteradamente objeto de crítica feminista.
En su obra "Pedagogía", Kant trata de fomentar los tres ideales mencionados y presenta una forma de educación política para la ciudadanía. Según él, la educación pública es la forma de educar más apropiada para moldear el carácter y el ciudadano. Sin embargo, Kant considera que vive en un tiempo de disciplina, cultura y civilización, pero no aún en un tiempo de moralización. Así pues, esta educación también se deberá caracterizar por un sentido cosmopolita en cuya base encontramos la aspiración a una universalización de los principios sobre los que se funda en tanto educación pública. La educación por la prudencia hace que el individuo se convierta en ciudadano, porque adquiere un valor público.